PROGRAMA Nº 1167 | 17.04.2024

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BATALLA DE LITTLE BIG HORN

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El 25 de junio de 1876, un regimiento del 7º de Caballería del Ejército de Estados Unidos, liderado por el TENIENTE CORONEL GEORGE ARMSTRONG CUSTER, cayó sobre un campamento indio al lado del RÍO LITTLE BIGHORN. Media hora después, 268 soldados y 19 guerreros habían muerto, incluido el comandante. La tragedia, se le ha achacado a un error de cálculo, y hay cierta verdad en ello. Pero hay más. Sin duda el carácter arrojadizo y arrogante del rubio héroe de la Guerra Civil tuvo mucho que ver. En su lugar, es muy posible que otros altos mandos hubiesen sido más cautos en la ribera del RÍO LITTLE BIGHORN. Hubiese, al menos, esperado los refuerzos, que no estaban lejos.

Pero aquel caluroso día en las estepas de Montana no mandaba cualquiera, ni mucho menos. Era CUSTER, adicto al status de celebrity, novio de la autopromoción y cazador dispuesto a lograr la gloria sin importar lo alto que fuera su precio. Lo consiguió, pero pagó su capricho con su vida. Tristemente, se llevó consigo a cientos más. Vanidoso, rebelde y arriesgado, quien llegara a General de Brigada a los 23 años y se distinguiese durante la Guerra Civil estadounidense, GEORGE ARMSTRONG CUSTER vivía y moría por la batalla. Para él, y aparte de su esposa LIZI, no había nada fuera de la lucha. Era darlo todo por la gloria, como Aquiles, como Alejandro.

En 1876, llevaba ya 10 años participando en las Guerras Indias, aunque ya hemos visto que, en realidad, apenas y tuvo contacto con los nativos. Eso sí, su participación en las campañas del GENERAL HANCOCK y en la BATALLA DE WASHITA RIVER le habían marcado. Su agresividad, y en especial, su crucial papel en el anuncio del hallazgo de oro en las montañas BLACK HILL, territorio sagrado de los indios, le había ganado una enorme enemistad con los nativos americanos.  Desde principios de las colonias, los europeos habían empujado a los indios hacia el oeste. Ya fuese por medio de tratados incumplidos, o por la fuerza bruta, muchas tribus ya habían aceptado entrar en reservas indias, mientras que otras preferían emigrar hacia las tierras aún vacías de colonos.

Pero los sucesivos gobiernos, seguidores de la Doctrina Monroe y la Teoría del Destino Manifiesto, creían que la expansión y conquista de todas las tierras hasta el Pacífico era más que un derecho, una obligación histórica. Cada vez más colonos emigraban al oeste, y cada vez más territorio perdían los indios. Y cada vez les quedaba menos. En 1876 ya eran pocas las tribus que se resistían a entrar en las reservas, pero aquellas que quedaban eran las más rebeldes, las más radicales. Nadie tomó eso en cuenta en el ejército, menos aun cuando creían que los indios eran poco más que salvajes. Durante las Guerras Indias, TORO SENTADO, líder de los HUNKPAPA LAKOTA, y de todos aquellos que no aceptaban las ofertas de los blancos, había revivido un antiguo ritual indio conocido como la DANZA DEL SOL.

El Ejército de los Estados Unidos estaba planeando su campaña de verano para empujar a más indios a las reservas. La estrategia consistía en un ataque con tres brazos, en manos de sendas columnas. La primera, a cargo del CORONEL JOHN GIBBON, la segunda bajo el mando del GENERAL GEORGE CROOK, y la tercera del GENERAL ALFRED TERRY, compuesta de 12 compañías del 7º de Caballería, con CUSTER al frente. En la madrugada del 25 de junio, los exploradores de los americanos informaron haber visto una gran manada de ponis, y señales de un campamento indio a unos 25 kilómetros. CUSTER los acompañó, pero no pudo ver nada. Estando ahí, no obstante, recibió la noticia de que un grupo de indios había encontrado el rastro del 7º.

En la experiencia de CUSTER, las tribus no solían presentar batalla, sabedoras de su inferioridad tecnológica, y a menudo numérica. Esto era aún más obvio cuando el ejército atacaba un campamento, con la presencia de niños, mujeres y ancianos. Para los guerreros, era más importante poner a salvo a sus familias que luchar. Precisamente la intención de CUSTER en LITTLE BIGHORN era entrar en la aldea, y capturar al mayor número de no combatientes posibles, esto es, mujeres, niños y ancianos, para utilizarlos, ya fuese como rehenes, o como escudos humanos. El mayor miedo que tenía el comandante del 7º era que los indios se enteraran de su presencia y pusieran pies en polvorosa.

El 7º de Caballería era uno de los regimientos más conocidos del Ejército de los Estados Unidos, y en buena parte gracias a CUSTER. La mayoría de sus soldados y oficiales eran inmigrantes, alemanes, ingleses e irlandeses. Ahora bien, casi un 20% de los soldados rasos se habían enlistado en el último medio año. Estos hombres aún no habían completado su adiestramiento, y para muchos LITTLE BIGHORN sería su primera batalla. Peor aún, y a pesar de que contaban con buen equipo, muchos de los reclutas más recientes estaban malnutridos, no tanto por su estancia en el ejército, sino por su vida previa en Europa. Investigaciones arqueológicas recientes han descubiertos grandes carencias de importantes minerales y vitaminas en los restos de los soldados. Muchos de ellos tenían los dientes podridos.

El 7º sufría de otras carencias, como el hecho de que el ratio de oficiales a rasos era más alto del indicado. En resumen, no era un cuerpo de élite, ni mucho menos. Del otro lado estaban los indios. La mayoría armada con fusiles, expertos jinetes, y sobretodo, muy motivados. Para las tribus “hostiles”, como el gobierno llamaba a aquellas que no habían entrado en las reservas, era una lucha de vida o muerte. Por si fuera poco, los nativos americanos tenían a sus familias de por medio. No hay mejor motivación para luchar y ganar que defender a la familia, cuando esta está presente. La mañana del 25 de junio, y ante la creencia de que los indios pudiesen escapar, CUSTER decidió atacar. Dividió a sus tropas en tres columnas, la primera, con tres compañías, unos 150 hombres, bajo el mando del MAYOR MARCUS RENO; la segunda, también con tres compañías, y lideradas por FREDERICK BENTEEN. CUSTER se quedó con cinco compañías, y la 12ª se quedó a cuidar los pertrechos en la retaguardia.

Poco antes de las 15:00, CUSTER dio la orden, y RENO cruzó el río unos cientos de metros al sur del campamento. Poco después sus hombres viraron hacia el noroeste, y cargaron en campo abierto hacia la aldea. Mientras tanto, CUSTER avanzó hacia el norte siguiendo el río. Poco a poco el número de indios en la línea de fuego creció. Conforme RENO se acercaba, se dio cuenta de que los defensores eran muchos más de los que esperaban, y a unos 150 metros decidió frenar el ataque, dar la orden de desmonte, y formar una línea de “escaramuza”, en la que cuatro de cada cinco soldados hincaría la rodilla y dispararía, mientras el quinto se quedaba con los caballos. La línea de RENO funcionó por unos minutos, pero poco a poco el enemigo fue avanzando sus propias líneas, con un número cada vez mayor de atacantes. Finalmente, dio la orden de retirada (mejor dicho, la orden la dio uno de sus oficiales, pues RENO estaba paralizado, y levemente herido) hacia un meandro en el río bien protegido por árboles. En esta posición aguantó hasta que BENTEEN llegó con su propia columna para reforzarlo.

Respecto a todo lo que sucedió en el ataque de CUSTER, no estamos muy seguros. La razón, ninguno de sus hombres sobrevivió para contarlo. La reconstrucción de lo que sucedió se ha hecho basándose en los testimonios de los indios, y en investigaciones arqueológicas hechas sobre los cadáveres, equipo y munición encontrada. Según la versión más aceptada, cabalgó hacia el norte en paralelo al río, y al campamento. Aparentemente, creyendo que la aldea era mucho más pequeña, intentó cruzar el río unos 800 metros al noroeste de donde había cruzado RENO. Pero como el campamento era mucho más grande, ese punto en realidad era el centro. Además, CUSTER creía que RENO ya habría entrado por el sur, y desconocía que ese ataque había sido rechazado. Según la versión más aceptada, intentó vadear el río en el punto llamado MEDICINE TAIL COULEE, pero pronto se encontró con una fuerte oposición, y tuvo que retroceder con algunas bajas. De acuerdo con una investigación más reciente, CUSTER habría enviado una de sus columnas más al norte, sólo para distraer, pero esta columna también fue rechazada.

Según los testigos, todo sucedió muy rápido. Cuando CUSTER y sus hombres bajaron al río, se encontraron con una muy fuerte oposición, y se retiraron. Los indios les persiguieron, por ese mismo punto, liderados por CABALLO LOCO, y desde el norte, aquellos que habían rechazado el ataque de la segunda columna. Nadie en el 7º de Caballería se esperaba tal contraataque, y la confusión reinó por unos segundos. Poco a poco, no obstante, los montados se fueron reuniendo en una pequeña colina y se reorganizaron, montando una línea defensiva con lo que pudieron. Pero todo fue inútil. CABALLO LOCO, VACA TORO BLANCO y cientos de guerreros más fueron demasiado para los soldados americanos, y en poco más de media hora todos estarían muertos. CUSTER recibió un disparo en el costado izquierdo y en la sien izquierda. Ambas heridas serían mortales por sí solas, pero como la segunda no sangró, se cree que ocurrió cuando el comandante ya había muerto. Junto con él, murieron dos de sus hermanos, su cuñado y un sobrino, además de casi 250 soldados más. El hecho de que algunos cuerpos se hayan encontrado a unas decenas de metros, en un barranco, hace pensar a los investigadores que al menos 25 hombres intentaron escapar el cerco indio.

Aniquilada la fuerza de CUSTER, los guerreros indios se reagruparon y volvieron a atacar a RENO Y BENTEEN. La lucha duró hasta la caída del Sol, y los soldados mantuvieron el perímetro. Al día siguiente algunos indios volvieron, pero para entonces la tropa había retrocedido un cuarto de kilómetro y levantado mejores defensas. La BATALLA DE LITTLE BIGHORN se saldó con una aplastante victoria para las tribus indias. El 7º de Caballería perdió a 268 hombres, contra 19 de los nativos, que incluían algunas mujeres. Para muchos, el rubio militar sigue siendo un héroe, para otros un villano, como suele suceder. De lo que no cabe duda es que CUSTER consiguió su objetivo, la muerte en el campo de batalla, y la gloria de entrar en los libros de historia.

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