PROGRAMA Nº 1164 | 27.03.2024

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¿CUÁNDO SE CUMPLIRÁN LAS PROFECÍAS DEL APOCALIPSIS? (Segunda Parte)

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Un segundo problema preocupaba a los cristianos de fines del siglo I: la persecución desatada contra ellos por el Imperio Romano. Aún estaba fresca en su memoria la locura tristemente célebre de Calígula (37-41), y sobre todo de Nerón (54-68), quien unos años antes había perseguido cruelmente a los cristianos en Roma y había hecho morir al apóstol Pablo, a san Pedro y a muchos otros. Ahora, en el momento en que Juan escribe, el delirio imperial ha vuelto a instalarse. Domiciano ha decidido imponer el culto al emperador, y exige que se lo llame “Señor y Dios”. La reacción de los cristianos es inmediata. Su único Dios y Señor es Jesucristo. ¿Cómo podían admitir semejantes pretensiones de Domiciano? Al ver el rechazo de los cristianos, Domiciano desató una nueva y feroz persecución que ahogará en sangre a las comunidades creyentes. Frente a este segundo problema Juan compone la segunda parte de su libro (capítulos 12-20). En ella busca darles ánimo y esperanza, y alentarlos en medio de las durísimas pruebas por las que atravesaban. Ellos se preguntaban cuánto tiempo más duraría este horror, cuándo intervendría Dios en favor de ellos y acabaría con las pretensiones totalitarias del gobierno de Roma. Y él les responde mediante imágenes y visiones.

En el capítulo 12 una mujer (que representa a la Iglesia) enfrenta a un gran Dragón (el Imperio Romano) que quiere devorar a sus hijos (los cristianos), y sale victoriosa. Con lo cual el autor anuncia el triunfo de los creyentes frente a la persecución que se había desatado. Sigue la visión de las dos Bestias (capítulo 13). La primera representa, otra vez, al Imperio Romano, pues tiene siete cabezas (como las siete colinas de Roma) y títulos ofensivos (los títulos divinos que usaba el emperador). La segunda Bestia (también llamada en 19,20 “el Falso Profeta”) es la encargada de hacer propaganda para que todos adoren a la primera Bestia; representa, por lo tanto, a la propaganda oficial del estado, o sea a la religión romana montada por el emperador para seducir y convencer a los cristianos de que lo veneraran a él como dios; lo cual estaba logrando en muchas comunidades. En el capítulo 17 la ciudad de Roma vuelve a aparecer, esta vez presentada con la figura de una gran Prostituta (capítulo 17). Y a continuación describe su destrucción, y cómo gritan y se lamentan aquellos que antes amaban, pecaban y negociaban con esta Prostituta (capítulo 18). El castigo de Roma concluye con alegres cantos en el cielo, donde se oye resonar el aleluya triunfal (capítulo 19). Una última visión presenta a un Jinete montado en un caballo blanco, que lucha contra la Bestia y sus aliados y la vence. El Jinete (Cristo), arroja a la Bestia (el Imperio romano) a un lago de fuego.

Toda la segunda parte del Apocalipsis, pues, consiste en el anuncio esperanzador del pronto final de la persecución. Con el lenguaje propio de la apocalíptica, el autor repite siempre lo mismo mediante diversas imágenes, símbolos y figuras: Dios reserva un gran castigo contra la ciudad de Roma, contra el emperador que se creía Dios, y contra sus autoridades y magistrados, mientras que los cristianos que se mantuvieron fieles hasta el final serán liberados de todo mal. Una profecía llena de consuelo para los que tenían que perseverar en medio de tanta violencia y sufrimiento. Después del fin de la persecución, el Apocalipsis anuncia la llegada de un reino de 1000 años de duración (capítulo 20). Con esto el autor quiere decir que el cristianismo seguirá existiendo un largo tiempo, expresado simbólicamente en 1.000 años. Y el encarcelamiento de la Serpiente indica que el poder de Satanás, es decir, del mal, estará a partir de ese momento limitado en su poder pues ya existe en el mundo el Evangelio de Jesucristo. El libro termina con la majestuosa visión de los cielos nuevos y tierra nueva, y una nueva ciudad de Jerusalén que baja desde el cielo. ¿Cuándo aparecerán estos cielos nuevos y tierra nueva? En realidad para el Apocalipsis también éstos ya han aparecido. Al acabarse la persecución, el autor anuncia que se inaugurará una nueva era para toda la humanidad (decir “cielo y tierra” equivale a decir toda la humanidad), con una nueva ciudad de “Jerusalén” en reemplazo de la anterior. De ella formarán parte todos los santos de la tierra, es decir, los que procuran vivir de acuerdo con la Palabra de Dios.

Al poco tiempo de aparecer el cristianismo, ya estuvo a punto de abortarse. Dos grandes obstáculos (la ruptura con los judíos, y la persecución romana) le salieron al cruce, y casi lo ahogaron cuando apenas estaba naciendo. Era lógico, entonces, que quienes se habían adherido a este nuevo movimiento se preguntaran si tenía futuro, si valía la pena jugarse la vida por el Evangelio o estaba destinado a desaparecer como otras tantas corrientes religiosas surgidas y luego desaparecidas a lo largo de la historia. Ante esta candente cuestión, en la que los creyentes ponían en juego nada menos que su vida, Juan escribió su Apocalipsis para decirles que el cristianismo, recientemente aparecido, no era una corriente religiosa más, sino que estaba destinada a durar para siempre. Que el judaísmo no impediría su desarrollo y que el Imperio Romano no lograría eliminarlo. Que los cristianos podían, nomás, confiar tranquilamente en la nueva Iglesia, porque contaba con la protección de Dios para siempre. El Apocalipsis no habla, por lo tanto, del fin del mundo como algunos creen. ¿De qué les hubiera servido a aquellos cristianos desesperados y perseguidos por los romanos, los detalles del fin del mundo que supuestamente vendría miles de años después? ¿Para qué Juan los iba a prevenir de algo que sucedería siglos más tarde, cuando no sabían si al día siguiente estarían vivos?

Juan, que era un cristiano preocupado por la situación presente de sus hermanos, les quiso anunciar una noticia gozosa y esperanzadora para todos ellos: que el cristianismo saldría triunfante frente a la opresión de los judíos y a la persecución de los romanos, los dos grandes dramas del momento. Todas las profecías del Apocalipsis, pues, ya se han cumplido (del mismo modo que ya se han cumplido las profecías de Isaías, de Jeremías, o de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén). No obstante, el libro sigue teniendo un mensaje para nosotros los lectores modernos. Porque hoy también el cristianismo se ve jaqueado por diversas persecuciones, y se ven tentados de preguntarse: ¿tiene futuro esta fe? ¿No habría que admitir que el mal, la violencia, el fraude, la corrupción, la mentira, están venciendo y que debemos pasarnos a sus filas antes de que nos terminen de matar por buscar otro ideal? ¿Tiene sentido obstinarse en los valores cristianos frente a un mundo que, como una Bestia feroz, parece devorar a quienes los practican? A todos ellos el Apocalipsis les contesta que sí. Que del mismo modo que salió triunfante de las potencias enemigas en sus comienzos, la fe cristiana está destinada a triunfar también ahora. Que nunca podrán ser derrotados el bien y la justicia que predica el cristianismo. Y que quienes estén del lado del mal, no tienen ya futuro. Por eso Juan, en su libro, dejó escrita la esperanza y la ilusión más grande jamás contada.

Biblista
Ariel Alvarez Valdez

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