El
término apócrifo ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer
referencia a algunas colecciones de textos y de escritos religiosos sagrados
surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos, que no han sido incluidos
en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, de la Biblia israelita Septuaginta
griega, así como tampoco de ninguna de las distintas Biblias usadas por
distintos grupos de cristianos.
Según
otra acepción, un escrito o documento "apócrifo" es aquel que es
indebidamente atribuido a un determinado autor. No se trata generalmente de una
atribución promovida por el propio autor, sino de que otros atribuyen a
determinado autor —generalmente de gran prestigio— escritos que él nunca escribió.
Tal ha sucedido con San Agustín, al que se atribuyen multitud de escritos
pseudoagustinianos. Tal sucede igualmente con pintores famosos. Cuando la
indebida atribución es intencionada y no ha sido realizada por el propio autor
se habla de falsificación.
Cuestión
distinta es la de si un determinado escrito, forma o no parte de la Biblia, de
si se considera o no un libro inspirado. Cuando un determinado escrito o libro
merece ser considerado como formando parte de la Biblia, se dice que es
"canónico". El canon consiste en un elenco de los escritos bíblicos.
Católicos, cristianos no católicos y judíos tienen distintos cánones. Cuando el
carácter canónico de un escrito es reconocido tardíamente se dice que es
"deuterocanónico". En ocasiones un libro puede ser simultáneamente
apócrifo y no canónico. Tal sucede con el Evangelio de Santo Tomás. Ni Santo
Tomás es realmente su autor, ni se considera que forme parte de la biblia.
Cuestiones distintas son las de si El Libro de la Sabiduría fue o no escrito por
Salomón y la de si forma o no forma parte de la Biblia.
Existen
controversias tradicionales entre los diferentes grupos confesionales en el
seno de la tradición judeocristiana; dado que cada uno entre los principales
grupos (cristianos ortodoxos, cristianos orientales —coptos, eutiquianos,
siríacos nestorianos, etc.—, católicos romanos, protestantes y otras
tendencias) ha venido planteando a través de los siglos algunas importantes
diferencias con respecto del canon de los grupos restantes, y ha ido reservando
el término de «apócrifos» para distintos grupos de textos y de escritos no
incluidos en su propia versión del Canon bíblico, aunque estén en la de otro u
otros.
Los
representantes del protestantismo han llamado Apócrifos a los documentos
Deuterocanónicos, que son reivindicados como parte integrante del canon por
distintas iglesias cristianas ortodoxas, cristianas orientales y católica
romana. Y usan el término Pseudoepígrafos, «escritos falsamente atribuidos»,
para hacer referencia al resto de los libros surgidos y emanados en contextos
judíos o cristianos y que, sin embargo, no han sido aceptados por ninguno de
los grupos antes mencionados.
El
primero en usar el término en este sentido fue Jerónimo de Estridón, en los
escritos en que comenta la tarea que representó la traducción al latín del
texto bíblico, a fin de designar a algunos de los libros que hoy son conocidos
como deuterocanónicos, que habían sido incluidos en la Biblia judía griega
(canon alejandrino), llamada Biblia septuaginta, o Biblia de los LXX, aun
cuando no aparecen en el Tanaj judío hebreo-arameo (Canon Palestinense), que
fue redefinido por judíos fariseos históricos y neotestamentarios, durante los
trabajos del Sínodo de Jamnia, en fecha tan tardía como el 95 d. C., y luego
utilizada por las comunidades judías de los siglos posteriores. Jerónimo
ignoraba las grandes disensiones que esta aventurada decisión atraería con el tiempo
entre las Cristiandades del Mundo Occidental.
Doce
de estos libros: Tobit, Judit, el Resto de Ester, Baruc, la Epístola de
Jeremías, la Historia de Susana, la Historia de Bel y el Dragón, el pasaje
Daniel 3:24-90 (en el cual se contiene la Oración de Azarías y el Himno de los
tres Jóvenes), Sabiduría, Eclesiástico, 1 Macabeos y 2 Macabeos, finalmente
serían aceptados por los distintos grupos históricos cristianos (cristianos
ortodoxos, cristianos orientales —cópticos eutiquianos, siríacos nestorianos,
etc.— y católicos romanos).
Otros
de esos textos: el Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David (comúnmente
llamado Salmo 151), el Capítulo 8 del Libro de las Odas, 3 Esdras y 3 Macabeos,
así como el Epílogo Griego del Libro de Job, los Epígrafes Griegos de varios de
los Salmos de David y el Epígrafe Griego del Capítulo 1 del Libro de las
Lamentaciones fueron recibidos como parte integrante del canon por todos esos
grupos, excepto por la iglesia católica romana.
Todos
estos escritos han sido ratificados por los escritos de muchos de los padres de
la iglesia de oriente y occidente. Y, en el caso concreto de la iglesia latina,
los doce documentos de la primera lista fueron legitimados por el Sínodo de
Roma, en el año 380 d. C., y el Concilio de Hipona, en el año 393 d. C. A pesar
de lo cual, el término «apócrifos» volvió a ser aplicado a esos doce textos por
Martín Lutero y otros reformadores protestantes del siglo XVI. A causa de lo
cual, la iglesia occidental ratificó su legitimación durante los trabajos del
Concilio de Trento en 1546.
Algunos
otros libros, incluidos en las Biblias Septuaginta (griega) y Peshitta
(siríaca), como 4 Esdras, 4 Macabeos, el Libro de las odas y el Libro de los
Salmos de Salomón, pueden ser leídos entre los apéndices de algunas importantes
versiones y ediciones de la Biblia; como la Vulgata latina de Jerónimo, la
Biblia eslavónica de Ostrog, la Biblia sinodal rusa, la Biblia del oso de Reina
(1569), la Biblia del cántaro de Valera (1602), la King James version (1611),
la Revised standard version y la New revised standard version.
Otros
libros fueron vistos como textos sagrados e inspirados por comunidades judías
marginadas, padres de la iglesia y grupos de cristianos, siendo rechazados como
apócrifos más tarde, o más allá de los contextos en los cuales ellos fueron
acogidos:
La
Peshitta siríaca, la Biblia «oficial» de todas las iglesias Siríacas
Nestorianas (las Iglesias de Siria, Asiria, Caldea, el Asia Central, Armenia,
el Turquestán, China y la India, de entre cuyas filas se separó Mahoma, y, en
cuyo seguimiento, a su vez, el Islam musulmán), incluye en su Libro de los
Salmos, además del Salmo 151, los Salmos numerados 152, 153, 154 y 155, y la
versión siríaca a la Apocalipsis de Baruc.
Los
Beta Israel, antiguos habitantes de Etiopía, tenían como libros sagrados,
además del Sirácida, el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos. Y la Iglesia
Cristiana Ortodoxa de Etiopía incluye en su Biblia formas largas etíopes de los
libros de Enoc, los Jubileos, el Resto de palabras de Baruc, 1 Macabeos, 2
Macabeos y 3 Macabeos. Estos documentos fueron rechazados por los fariseos de
los siglos I y II, así como por los judíos actuales y grupos protestantes y
paraprotestantes de múltiples tendencias; pero conservados por los israelitas,
por los judíos de la dispersión y por los cristianismos tempranos e históricos.
Los judíos actuales y los protestantes han llamado «apócrifos», de manera
sistemática, a todos los escritos deuterocanónicos, excluyéndolos de sus
propias versiones de la Biblia. Sin embargo, algunas de las Biblias
protestantes más importantes los han incluido. Se cita como ejemplos la Biblia
de Lutero, la King James Version, la Revised Standard Version y la New Revised
Standard Version.
Casiodoro
de Reina decidió incluirlos como parte integral del Antiguo testamento en la
Biblia del oso, la primera edición de la Reina-Valera, en el año de 1569. Y
Cipriano de Valera, su primer revisor y corrector de estilo, optó por reunirlos
aparte, como un tercer grupo de textos intertestamentarios, entre el Antiguo y
el Nuevo testamento, en la Biblia del Cántaro, de 1602. Sin embargo, a causa de
confrontaciones de tipo ideológico, fueron suprimidos en 1860 por Lorenzo
Lucena Pedrosa. Pero en 2009 ha sido publicada en España la Biblia del Siglo de
Oro, que es una edición actualizada del texto de Reina y Valera, con
restitución de nueve de sus doce Deuterocanónicos.
El
término apócrifos, lejos de referirse a las consabidas acepciones adversas
negativas que tiene, es una expresión que reviste otro carácter: se trata de
textos cuyo acceso fue oculto, vedado, denegado ante las grandes masas de
cristianos católico-ortodoxos, escritos revestidos en un aura de magia y
misticismo.
Se
trata de otras palabras y enseñanzas de Jesús que fueron difundidas por siete
de los doce discípulos de Cristo, de acuerdo con los textos del Nuevo
testamento. En este sólo han sido compilados documentos escritos por cinco de
esos doce (Mateo, Juan, Santiago, Pedro y Judas el Tadeo). Se trata de escritos
que alegan ser las enseñanzas ocultas de los restantes apóstoles y cuyo
contenido no respalda muchas de las ideas mesiánicas comúnmente aceptadas por
grupos de cristianos, y que fueron documentos tenidos en gran estimación.
Los
apócrifos del Nuevo Testamento incluyen varios evangelios y vidas de los
apóstoles. Algunos de ellos fueron escritos evidentemente por autores gnósticos
o miembros de otros grupos posteriormente definidos como herejes. Muchos de
estos textos fueron descubiertos durante los siglos XIX y XX, generando una
intensa oleada de especulaciones en torno a su importancia en los inicios del
cristianismo entre los eruditos religiosos.
Si
bien los protestantes, católicos y, en general, los ortodoxos están de acuerdo
acerca de qué libros deben ser incluidos en el canon del Nuevo testamento, la
Iglesia ortodoxa etíope solía incluir las epístolas I y II de Clemente y al
Pastor de Hermas. A su vez, otras iglesias como la Copta tenían en sus pasajes
escritos que describían la niñez de Jesús.
Lutero
consideraba apócrifa a la epístola de Santiago, dudando y cuestionando su
autoría a manos de cualquiera de los dos apóstoles llamados por el nombre de
Santiago. También porque la epístola contiene una declaración que contradice
aparentemente las enseñanzas de Lutero de la salvación sólo por la fe: la
"fe sin obras está muerta" (2:26). Lutero, en su propia edición de la
Biblia, degradó y relegó al nivel de unos simples apéndices la Epístola de
Santiago y otros tres documentos, a saber: la Epístola a los Hebreos, la
Epístola de Judas y el libro de Apocalipsis.[cita requerida] Posteriormente se
incluyeron estos libros con el canon protestante en su Nuevo Testamento, pero
los colocaron luego de esos libros. Por lo tanto, los libros del Nuevo
Testamento luterano (al menos en alemán) están ordenados en forma diferente a
otras Biblias protestantes.
Un
libro apócrifo del Nuevo testamento bien conocido es el Evangelio de Tomás, el
único texto completo que fue encontrado en la ciudad egipcia de Nag Hammadi en
1945. Otro evangelio propio de las corrientes gnósticas dentro del cristianismo
de los primeros siglos, atribuido a Judas de Carioth, el Evangelio de Judas,
generó expectativa entre los seguidores de estudios y cuestiones del
judeocristianismo cuando fue rescatado, reconstruido y presentado en el año
2006, en esfuerzo conjunto de Maecenas Foundation y National Geographic Society.
Han
ejercido y ejercen un enorme influjo en la piedad e iconografía cristianas.
Entre las tradiciones conservadas únicamente en los apócrifos, se cuentan los
nombres de los padres de María, (Joaquín y Ana), el episodio de la Presentación
de la Virgen niña en el templo, el número y los nombres de los Reyes Magos
(Melchor, Gaspar, Baltasar), y la presencia de un asno y un buey en el pesebre
donde María dio a luz. Allí también se encuentran los nombres y las historias
del Buen Ladrón (Dimas) y del Mal Ladrón (Gestas); la historia de Verónica
(recogida inclusive en la devoción piadosa del Via Crucis, de tradición católica);
el nombre de Longinos, el centurión que atravesó el costado de Jesús en la
cruz; o la primera sugerencia explícita de la virginidad perpetua de María, que
se encuentra en el Protoevangelio de Santiago. La fuerte presencia de esas
tradiciones en la liturgia lleva con frecuencia a olvidar que ninguno de ellos
ha sido incluido entre los Evangelios canónicos.
Entre
los textos apócrifos se cuentan numerosos Evangelios; entre ellos hay los que
llevan nombres de personajes famosos de la iglesia primitiva a los que se
atribuyen estos escritos, como el Evangelio de Tomás, del cual se encontraron
antiguas copias en copto, manuscritas por una comunidad de cristianos
gnósticos; otros fueron titulados por el supuesto contenido de la obra
(Evangelio de la Verdad), por su origen (evangelios atribuidos a Marción, a
Cerinto) o por el grupo al que estuvieron destinados (Evangelio de los Hebreos,
de los Griegos, etc.).
En
el siglo XIX comenzaron a hacerse unos estudios a fondo sobre estos textos. Se
hallaron escritos "apócrifos" desde el año 300 a. C. hasta el Nuevo
testamento, que proporcionaron a los investigadores una gran riqueza como
fuentes históricas, así como posturas divergentes sobre temas como inmortalidad
y resurrección, y la creencia en ellos a través de los siglos, desde un punto
de vista siempre escatológico.