PROGRAMA Nº 1167 | 17.04.2024

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Síntesis de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium

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La exhortación apostólica Evangelii Gaudium comienza con una introducción en la que: Aborda los problemas y riesgos del mundo actual, donde triunfan el consumismo y el individualismo que aíslan las conciencias y no dejan espacio para los demás, convirtiéndolo en un lugar de injusta desigualdad. Establece las claves para arraigar y desarrollar el bien: comunicación de la experiencia de verdad y de belleza, la alegría de evangelizar, y el derecho de todos a recibir el anuncio del evangelio junto al deber de todo cristiano de realizar el anuncio sin excluir a nadie.

A la introducción le siguen cinco capítulos cuyo resumen facilitamos a continuación:

Capítulo I: La Transformación Misionera de la Iglesia
El Papa Francisco comienza hablando de la Iglesia en su punto de partida como la comunidad de discípulos que ‘primerean’ y toman la iniciativa de ser los primeros en salir al encuentro de los demás y lo hacen con el deseo inagotable de brindar misericordia y nos invita a todos a ser parte de este grupo, nos invita a ‘primerear’. Es deseo del pontífice que nos lancemos a transformarlo todo y afirma que prefiere ‘una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades‘.

Capitulo II: En la crisis del compromiso comunitario
En este capítulo crítica duramente a la economía actual, porque excluye a los débiles y solo hace fuerte a los poderosos. Señala que existe una creciente deformación ética en nuestras sociedades y ‘asistimos al debilitamiento del sentido del pecado personal y social, así como un progresivo aumento del relativismo‘. También alerta que esta filosofía de vida, ‘de mundanidad espiritual’ y ’de idolatra el dinero’,  ’debilita los vínculos entre las personas’ y ‘desnaturaliza los vínculos familiares’.

“¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano”

Al mismo tiempo recuerda que ‘nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor’  y hace un llamamiento al ‘dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo‘, sin temor a realizar tareas apostólicas y a la entrega generosa del tiempo personal.

Por último, el Papa Francisco, apunta en este capítulo, una vez más, su deseo de que la Iglesia haga frente y sin miedo a profundas preguntas que no se pueden eludir superficialmente, como por ejemplo: ‘el lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia‘; mayor protagonismo de los jóvenes en la pastoral de conjunto de la Iglesia, mejor selección de los candidatos al sacerdocio…

Capítulo III: El anuncio del Evangelio
Francisco continúa su exhortación hablando de quienes deben anunciar el evangelio y de qué forma y manera. En este capítulo subraya que la Iglesia es el pueblo de Dios y debe ser, conforme al proyecto de amor de nuestro Padre Dios, ‘el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio’. A través del Bautismo nos convertimos en pueblo de Dios y nos convertimos en discípulos misioneros, en ‘agentes evangelizadores‘. Así que la evangelización es tarea de todos los que somos Iglesia, ‘un pueblo con muchos rostros‘.

“Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados [...] no es indispensable imponer una determinada forma cultural, por más bella y antigua que sea, junto con la propuesta del Evangelio. El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador”

El Obispo de Roma también habla de la fuerza evangelizadora de la piedad popular que no debemos menospreciar sino más bien alentar y fortalecer, y hace un llamamiento a la evangelización informada ‘de persona a persona’, la que cada uno de los bautizados debemos realizar llevando el amor de Jesús a otros de forma espontánea en nuestras conversaciones y acciones diarias.

Respecto a la homilía (acto de predicación del sacerdote durante la liturgia) explica que no puede ser un espectáculo entretenido sino dar fervor y sentido a la celebración, pide brevedad, así como evitar que parezca una charla o clase, y debe transmitirse el mensaje con el espíritu de amor de una madre hacia un hijo. El Papa desarrolla las claves para una buena homilía: preparar bien el mensaje, alimentarse de la palabra de Dios, personalizar la palabra, macerarla en lectura espiritual, poner un oído en el pueblo de Dios y cuidar los recursos pedagógicos

Al anunciar el evangelio a los demás, el Santo Padre destaca la importancia de utilizar siempre un lenguaje positivo que indique cómo podemos hacer mejor las cosas y, en cualquier caso, ‘no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento‘. E invita a recuperar el primer anuncio o ‘kerigma‘: ‘Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte’.

Finaliza este capítulo central insistiendo en que la evangelización necesita del acompañamiento personal en los procesos de crecimiento,  escuchando, prestando una mirada respetuosa y llena de compasión, con paciencia y prudencia, despertando la confianza de quien es evangelizado, su apertura y su disposición para crecer.

Capítulo IV: La Dimensión Social de la Evangelización
La fe auténtica, dice el Papa Francisco, “siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra y por tanto nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad.

En este capítulo, el Papa, señala la inequidad, la falta de justicia social, como la raíz de los males sociales y reza para que crezca en el mundo el número de políticos ‘a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!‘ y que sean capaces de “entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo”

“La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis”

Respecto al progreso de las ciencias expresa que la Iglesia no solo no pretende detener su admirable sino que se alegra e incluso disfruta reconociendo el enorme potencial que Dios ha dado a la mente humana. Explica que, así como ‘los creyentes tampoco pueden pretender que una opinión científica que les agrada, y que ni siquiera ha sido suficientemente comprobada, adquiera el peso de un dogma de fe’ es una pena que algunos científicos vayan más allá del objeto formal de su disciplina y se extralimiten con afirmaciones o conclusiones que exceden el campo de la propia ciencia, haciendo proposiciones que no responden a la razón sino a una ideología “que cierra el camino a un diálogo auténtico, pacífico y fructífero”

Termina el capítulo sosteniendo que ‘el debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas. Eso a la larga fomentaría más el resentimiento que la tolerancia y la paz’

Capítulo V: Evangelizadores con espíritu
La evangelización con espíritu, escribe el Papa Francisco, es la que arde en los corazones y “es muy diferente de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos”. Es el fuego del Espíritu Santo el que contagia con fervor, alegría, generosidad, audacia y amor.

“Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades”

El Papa incide en que “la misión” es el corazón del pueblo cristiano, iluminado por el Espíritu Santo, y “con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María” porque “ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización”

“Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes”

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