PROGRAMA Nº 1167 | 17.04.2024

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VIOLENCIA 2012

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El nivel de violencia en el mundo entero es alarmante en extremo. Contribuyen a su auge aterrador no sólo los hombres a quienes les gusta pelear sino también muchos ciudadanos promedios. Pelean los esposos. Mengua el amor entre ellos. Se crea un ambiente cargado de frustración, frialdad y violencia emocional, a veces, aún física. Pelean los hijos con los padres, los padres con los hijos y los hijos entre sí. ¿Los resultados funestos? Hogares destruidos. Maltrato de niños. Maltrato de padres. Enajenación. Vidas infelices, torcidas, mal encaminadas y más violencia.

De disposición violenta son los que quebrantan la ley, asesinando, robando y violando los derechos de otros. ¿Por qué es violento el hombre? Hasta los más pacíficos en algunas ocasiones habrán hablado o actuado con violencia. ¿A qué se debe tanta violencia? Hay quienes nos aseguran que la agresividad violenta en el hombre se debe al instinto natural de luchar, sobrevivir y sobreponerse, instinto gobernado, según explican, por las leyes de la evolución -las mismas leyes, nos dicen, que imperan en los animales.

Reducir el nivel de violencia y hostilidades en nuestros pueblos es imprescindible, a no ser que explote esta bomba de tiempo y centenares de millones sufran las consecuencias. El corazón que se alimenta de la violencia será violento. La violencia no es algo nuevo para la humanidad. Las Escrituras indican que las tendencias violentas se remontan hasta el principio como lo evidencia el libro del Génesis. Después de que Adán y Eva desobedecieron a Dios y comieron del fruto del árbol prohibido, su relación con Dios fue rota.

Poco después de la caída vino el primer incidente de violencia física del cual existe un registro. Caín, al darse cuenta de que el sacrificio de su hermano Abel era más agradable a los ojos de Dios, mató a su hermano en un arranque de celos. La raza humana conoció lo que era el asesinato. Cristo rechaza la violencia como una forma realista de reconciliación, y lo hace por al menos dos razones. En primer lugar, Jesús indica claramente que "Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere" (Mateo 26-52). Se ve cómo la ley de la continuidad funciona en este caso: el fuego produce más fuego, el odio produce más odio, la violencia engendra más violencia. En segundo lugar, la violencia no soluciona los problemas reales y subyacentes que están involucrados en el conflicto. La violencia es un ataque contra la persona; en realidad no se enfrenta a los problemas subyacentes tales como el miedo, el odio y la pobreza. Es una simplificación grave suponer que la violencia es la solución a los problemas personales, políticos o sociales. La violencia elimina la posibilidad de entendimiento y, por ende, también la posibilidad de reconciliación.

En la sociedad moderna, amar a nuestros enemigos, dar la otra mejilla y aceptar la persecución son ideales honorables, pero se consideran imprácticos y no realistas en un mundo caído, lleno de gran maldad. La gente se pregunta a menudo: "¿qué harías si alguien se mete en tu casa, o si trata de violar a tu esposa? ¿No es cierto que tienes que usar la violencia en esos casos, aunque seas un cristiano?" Tales preguntas demuestran la forma tan profunda en que la violencia ha penetrado en la forma en la que la humanidad hace frente a estas situaciones. En tales casos, la persona que pregunta a menudo supone que las únicas opciones reales son "matar o morir".

En síntesis: Es importante mencionar que el amor no elimina la necesidad de tomar medidas de protección no violentas. Las estrategias de pasar el cerrojo a las puertas, evitar enfrentarse a situaciones peligrosas sin necesidad y huir para salvar nuestra vida no son estrategias anti-cristianas. Las víctimas del abuso de menores y del abuso conyugal deben buscar ayuda profesional y quizás buscar algún tipo de refugio. Tales acciones no deben considerarse faltas de amor, sino como los primeros pasos hacia la rehabilitación tanto de la persona que abusa como de la víctima del abuso.

El amor no violento no debe considerarse como simple pasividad. La meta de Cristo es vencer la maldad de la gente por medio de la conversión. Matar a un enemigo es eliminar toda posibilidad de arrepentimiento y de conversión. El testimonio final del amor de Cristo es tratar al agresor como a un ser humano, cuyo corazón puede ser transformado moral y espiritualmente. En Romanos 5-10 nos dice: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida”, como se nos pide que actuemos frente a nuestros enemigos tal como Cristo actuó frente a los suyos. No olvidemos nunca que aunque una vez fuimos enemigos de Cristo, ahora somos los recipientes de su amor que nos transforma.

"Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5-9). "Un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz" (Santiago 3-18).

Alfredo Musante
Director responsable
Programa radial
EL ALFA Y LA OMEGA

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